Un grito se escuchó en la multitud, era la
hija del señor que vendía el Garcilaso frito. Todos dirigimos la mirada hacia ella.
Mientras gritaba, ella señalaba las montañas puntiagudas al este de la ciudad.
Pudimos ver como unas esferas de fuego gigantes salían disparadas desde la
parte de atrás de las montañas y se dirigían hacia nosotros. La gente entro en
pánico corriendo por todos lados, olvidando por completo el plan de emergencias.
Daba pena ver a mis vecinos presumidos correr de esa manera. Coby y yo nos
quedamos en el mismo lugar ya que no podíamos movernos. Un hombre barbudo pasó
muy cerca de nosotros empujando a Coby y tirando el resto del Garcilaso, cosa
que disgusto mucho a Coby. Apenas nos comenzamos a mover el mismo hombre
barbudo y gordo volvió y me empujo haciendo que callera al piso. Me lastime el
pie otra vez pero el dolor paso rápido. Apenas levante mi cabeza sentí una patada
en mi cara, pude reconocer los zapatos rojos de la señora Frodet, ella siempre
me odio. Ese golpe dejo una herida cerca de mi ojo izquierdo. Cuando volví a
levantar la cabeza pude ver como la primera esfera impactaba en la plaza
arrojando a muchas personas por el aire, me quede impactado por lo que había
sucedió y me quede inmóvil. La esfera impacto muy cerca de mí aturdiendo mis
odios, escuchaba solo un molesto sonido muy agudo. Poco a poco se disipo y pude
escuchar la voz de Coby diciendo que me levantara. Me ayudo a pararme y
comenzamos a correr esquivando a las personas que corrían desesperadas y a las
esferas que caían por todos lados.
Al pasar por la mitad de la pared humana
con vida, recordé que había algo muy importante en mi casa. Durante la fiesta
mi papa me aparto de los demás y me llevo a su cuarto. Me senté mientras él
buscaba en uno de los cajones de su enorme ropero de madera oscura. Parecía ser
muy pesado, una vez mi mama me dijo que se le cayó encima a mi papa y tuvo que
llamar a unos vecinos para ayudarlo. De este cajón saco una pequeña mochila de
color negro. Se sentó junto a mí y me mostro lo que tenía dentro. No podía
encontrar alguna cosa para las que estas cosas sirvieran, pero me dijo que eran
muy importantes y que debía ayudarlo a resguardarlas. No sabía por qué era tan
importante protegerlas pero la cara de seriedad que mi papa tenía me dejo helado.
Mi papa nunca me había hablado tan enserio.
Dijo que dos personas no eran suficientes para protegerlas de la amenaza que venía,
pero era mejor que una. Amenaza fue una palabra que toco lo más profundo de mi
cabeza, que amenaza era más grande que la que tuvimos que enfrentar ese año. No
me dijo que no se las mostrara a nadie, pero al parecer estaba implícito.
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